Muter, Mela (Maria Melania Mutermilch)

 

Varsovia, Polonia, 1876 – París, Francia, 1967

 

Artista polaca nacionalizada francesa que practicó pintura, dibujo y grabado. Fue una destacada retratista y concibió una particular técnica pictórica a base de pinceladas espaciadas y colores brillantes con la que imprimió su personal estilo a sus creaciones. Es reconocida por su especial sensibilidad para representar a los más desfavorecidos.

 

 

Autorretrato, h. 1921

Mela Muter

 

Maria Melania Klingsland, conocida profesionalmente como Mela Muter, nació en Varsovia en 1876, cuando el territorio se encontraba bajo dominio del imperio ruso. Pertenecía a una acomodada familia de comerciantes judíos que fomentó su sensibilidad y su interés por las artes. Su hermano fue crítico de arte y ella asistió a clases de pintura y de piano. La familia se codeaba con la intelectualidad local, y así conoció al crítico literario y de arte Michel Mutermilch, con quien se casó a los veintitrés años. Se matriculó después en la Academia de Pintura y Dibujo para Mujeres de la ciudad, un centro privado que constituía entonces la única opción formativa para las mujeres ya que la Escuela de Bellas Artes estaba cerrada, y durante varios años, además, no admitió a mujeres como alumnas.

El matrimonio tuvo un hijo al año siguiente de formalizarse, y poco después la familia Mutermilch se trasladó a París a fin de que ella pudiera proseguir su formación artística. Allí fue a clases en diversas academias y frecuentó el círculo de poetas y artistas compatriotas instalados en la capital francesa, uniéndose a la Sociedad de Artistas Polacos en París, con quienes compartía sus inquietudes por la situación de Polonia y un fuerte sentimiento nacionalista. No perdió tampoco contacto directo con su tierra, donde regresaba a menudo.

En esa época, Mela Mutermilch participó en varias exposiciones parisinas, también en Varsovia y otras localidades polacas, e incluso expuso su obra en algunas citas internacionales. Viajó con su familia por Italia y Francia, especialmente por la región de Bretaña, que le atrajo intensamente, como también le ocurrió a Gauguin, a quien por cierto admiraba. Son abundantes las obras que dedicó a retratar a los paisanos bretones, ataviados con su tradicional indumentaria y siempre envueltos por una fuerte melancolía. Mela se interesó en todo momento por personajes tocados por el infortunio: gentes muy humildes cuyas vidas eran atravesadas por el sufrimiento y el dolor. Sus pinturas de entonces muestran ancianos, ciegos, mujeres que lamentan las interminables ausencias de sus maridos cuando faenan en el mar. En las memorias que escribió la propia artista ya en los últimos años de su vida, relata cómo las facciones de algunas figuras eran el resultado de la erosión causada por del dolor. La inclinación de Mela Muter hacia los desfavorecidos era una elección a través de la que señalaba las injusticias y las diferencias entre unos y otros.

En cuanto a su estilo pictórico, sus creaciones tomaban la trascendencia del expresionismo alemán y sus oscuros contrastes lumínicos, con marcados perfiles de las siluetas, como hicieran los postimpresionistas, a las que fue incorporando colores más brillantes similares a los del estilo fauvista a medida que pasaban los años, hasta lograr una producción artística muy particular y reconocible. La evolución es muy evidente entre el cuadro País triste (1906), protagonizado por un grupo de bretones aguardando el regreso de los pescadores bajo una atmósfera cargada, y Santa familia (1909), donde también son mujeres bretonas las representadas, solo que con un colorido más encendido y una pincelada más suelta. Es característico el espacio vacío que dejaba entre los brochazos, a través del que se observa la tela, aportando luminosidad. Por entonces, Mela también practicaba la técnica del grabado a color que había aprendido.

En 1911 Mela Muter visitó España. Estuvo en Barcelona, donde se inauguró la nueva sala dirigida por Josep Dalmau para dar a conocer el arte moderno con la exposición de la artista polaca. Su arte causó muy buena impresión entre los críticos y los artistas, especialmente, algo menos entre el público general, aún poco preparado para los aires renovadores que trajo la pintora. Los elogios que le dedicaron destacaban la exaltación del color, lo trágico y doloroso de su obra, la aparente sencillez revestida de modernidad… Además, el deseo de autonomía de Polonia causó simpatías hacia la artista por parte del público catalán.

Al año siguiente Dalmau organizó una muestra de artistas polacos, incluyendo nuevamente a Mela. Se había abierto un nuevo camino en el circuito artístico barcelonés que florecería con la visita de otros creadores que encontraron refugio ante la Gran Guerra en los años siguientes. La Junta Municipal de Museos de Barcelona adquirió dos obras de la artista, que trocaron al año siguiente por la de Santa familia. Los Mutermilch viajaron también a Madrid y a Toledo, que dejó una fuerte impresión en la artista, según relata en sus memorias. Admiró a Goya y al Greco, y reparó en los campesinos que trabajaban arduamente las tierras bañadas por el cálido sol.

Su vínculo con España se hizo todavía más intenso cuando pasó unos meses en Gerona, en la primavera de 1914. Instalada en la ciudad vieja, Mela Muter se dedicó a recorrer poblaciones de los alrededores, atraída por sus hermosos rincones y especialmente por la vida y la gente de la ciudad, que plasmó en varias obras con su particular estilo. En Gerona coincidió con el escultor Manolo Hugué, a quien había conocido en París. Frecuentaba el círculo artístico e intelectual que se daba cita en el café, y expuso en Athenea en mayo de 1914, una asociación que ejercía de centro cultural y artístico local organizando numerosas citas relacionadas con la literatura y las artes plásticas. También entonces la administración pública adquirió una obra de la artista. Su paso por Gerona, aunque breve, dejó una profunda huella en la ciudad, y también en ella misma, como sabemos gracias a sus escritos. Aunque nunca regresó, sí estuvo algunos años después en las cercanías, en Tossa de Mar y nuevamente en Barcelona. En 1914 también visitó la artista el País Vasco, dejando su impresión de la localidad de Ondarroa en una de sus obras, y viéndose obligada a interrumpir su estadía por el estallido de la I Guerra Mundial. Mela Muter precedió con su visita el paso por estas tierras de su paisana polaca, la también pintora Victoria Malinowska, que encontró allí refugio algún tiempo después.

Durante el conflicto decidió aislarse en Bretaña con su hijo, mientras su marido y su hermano luchaban en el frente. En esa época, hastiada por la violencia y atemorizada, se ocupó en pintar objetos y seres inanimados ajenos al drama mundial, componiendo bodegones. Mela Muter despreciaba la guerra y concibió una serie de dibujos antibelicistas en 1916, y en los primeros años 20 realizó ilustraciones pacifistas para la revista Clarté. Fue una época difícil para ella debido a la estrechez económica (su padre sufrió bancarrota), y a la situación personal: se separa definitivamente de su marido, y fallecen varios de sus seres queridos: su padre, el político Raymond Léfevbre que se había convertido en su compañero, y su hijo, afectado de tuberculosis. Mela se convirtió al catolicismo y se volcó en causas de tipo social. En 1927 obtuvo la nacionalidad francesa, y en 1929 el divorcio de Michel Mutermilch.

Siguió pintando y cosechando éxitos, y alcanzando una notable fama como retratista. En 1937 obtuvo la medalla de oro en la Exposición Internacional de París por el retrato de Saumyendra Nath Tagore, sobrino del escritor Premio Nobel Rabinadrath Tagore. Durante la II Guerra Mundial se instala cerca de Avignon y se dedica a dar clase de dibujo e historia del arte en una escuela femenina. En sus obras de entonces no hay rastro de la guerra que tanto repudia.

Los últimos años de su vida, aunque continuó trabajando, los pasó en reclusión, alejada de sus círculos de amistad y en un ambiente de austeridad, sin poder regresar a la casa en París que había mandado construir y que, tras el periodo de necesidad económica, arrendó al artista Jean Dubuffet, quien ya nunca quiso dejarla y terminó comprándola cuando murió Mela Muter en 1967. Legó todos sus bienes y su obra a la asociación SOS des Enfants de France.

MAE, Inés Escudero Gruber, agosto de 2021

1902. Exposición individual, Varsovia, Sociedad para el fomento de las Bellas Artes (Towarzystwo Zachety Sztuk Pieknych).

1911. Exposición individual, Barcelona, Galeries Dalmau.

1912. Exposició d’art polonès, Barcelona, Galeries Dalmau.

1914. Mela Muter, exposición individual, Gerona, Sociedad Artística “Athenea”.

1918. Exposición individual, París, Gallery Cheron.

1923. Exposición individual, Varsovia, Sociedad para el fomento de las Bellas Artes (Towarzystwo Zachety Sztuk Pieknych).

1924. Exposición individual, París, Gallery Billiet.

1926. Exposición individual, París, Gallery Druet.

1927. Exposición individual, París, Gallery Billiet.

 

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