María de la O Lejárraga se educa en el seno de una familia culta. Su formación se desarrolla en Madrid en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer y en la Escuela Normal Central de Maestras, lo que le permite ejercer la enseñanza entre 1897 y 1907.

En el año en el que inicia su labor de maestra refuerza su relación con Gregorio Martínez Sierra, estudiante de Filosofía y Letras y apasionado de la literatura, con el que colabora en diversas publicaciones y con quien acaba casándose en 1900. Desde estos tiempos y hasta la muerte del madrileño, acaecida en 1947, Lejárraga renuncia a su propia autoría y firma sus trabajos bajo el nombre y el apellido de su marido, hecho que ha dificultado la visibilidad y el reconocimiento de su figura. Juntos fundan revistas literarias como Vida moderna (1901), Helios (1903-1904) o Renacimiento (1907) e impulsan el Teatro de Arte (1916-1925), empresa que representa obras teatrales en las que se concede una especial atención a la puesta en escena y se promueve la colaboración con creadores del ámbito de la música y las artes plásticas, disciplinas por las que Lejárraga manifiesta un gran interés. Asimismo, ponen en pie proyectos editoriales como Renacimiento o Estrella en los que se publican títulos relacionados con la pintura y la escultura realizados por importantes escritores, críticos o artistas y en los que se cuida particularmente el aspecto material de los ejemplares. La pareja tiene contacto, pues, con agentes relevantes del ecosistema del arte, cuenta con ellos para sus publicaciones y escribe acerca de ellos en diferentes medios. Edita monografías sobre arte y artistas y redacta artículos como el incluido en Motivos (1920) en el que se alaba a Joaquín Sorolla. En algunas de sus obras de ficción, por ejemplo, en El peregrino ilusionado (1908), que se publica con ilustraciones de Laura Albéniz, encontramos frecuentes alusiones artísticas.

Desde que en 1905 recibiera una beca para aprender los métodos pedagógicos que se empleaban en Europa, Lejárraga no deja de visitar diferentes lugares a lo largo de su vida. Ella misma, al recordar esta experiencia en la autobiografía Gregorio y yo. Medio siglo de colaboración (1953), muestra la emoción vivida y la libertad aprendida en el acto del viaje: “A la mañana siguiente tomé yo el camino de Bruselas. Por primera vez en mi vida viajaba sola. ¡Cuánto he viajado después!” (Lejárraga, 2023: 303). De la contemplación in situsurgen obras como Granada. Guía emocional (¿1911?), en la que la Alhambra tiene un papel protagonista,Kodak romántico (1921) o España. Andalucía (1930).

Siempre con la rúbrica de Gregorio Martínez Sierra vieron la luz trabajos sobre feminismo (un tema fundamental en su trayectoria) tanto en publicaciones periódicas con la repercusión de Blanco y Negro o ABC como en libros: Cartas a las mujeres de España (1916), Feminismo, feminidad, españolismo (1917), La mujer moderna (1920), Nuevas cartas a las mujeres de España (1932) y Cartas a las mujeres de América (1941). Con su firma aparece La mujer española ante la República (1931), que reúne conferencias que había dictado en el Ateneo de Madrid, una institución de la que fue socia como también lo fue del Lyceum Club Femenino. En este contexto, cabe destacar su papel en la fundación de la Asociación Femenina de Educación Cívica y su labor en la Sociedad Abolicionista Española o en el Patronato de Protección de la Mujer. Su compromiso político la llevó a afiliarse al Partido Socialista Obrero Español y fue elegida diputada en las elecciones de 1933.

Con el fin de la Guerra Civil española se exilia en Francia. En 1950 se traslada a América y, tras sendas estancias en Estados Unidos y México, se instala en Argentina, donde continúa con la actividad de escritura y de traducción y donde reclama la coautoría de las obras en las que había aparecido únicamente la firma de Gregorio Martínez Sierra.

MAE, Irene García Chacón, agosto 2024. DOI: 10.26754/mae1803_1945