Escuela de Bellas Artes de San Fernando
Madrid, 1752-actualidad
Titularidad: Pública
Fotografía de la sede de la Academia de Bellas Artes De San Fernando en Madrid
La fundación de las academias responde a principios ilustrados basados en la educación y revalorización de la actividad artística con el objetivo de incentivar el nivel cultural mediante una formación artística sistemática y disciplinada fundamentada en el Dibujo (Mas, Mocholí y Pinedo, 2003, 33-34). Durante el siglo XVIII florecieron academias, museos y salones, los cuales dejaron una “impronta en las artes regulando la docencia y el aprendizaje, pero también fue decisivo en el control y seguimiento del mercado del arte y en la diversificación del coleccionismo” (Pérez Martín, 2020, 53). El sistema académico surgió como una reacción antibarroca para contribuir a la unificación de criterios artísticos, siendo el modelo estatal de referencia la Académie royale de Francia. En España, la primera institución de esta corte fue la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fundada el 12 de abril de 1752 y modelo para el resto de las academias de alcance peninsular (Aldana, 1998, 28; Bédat, 1989, 27).
La historia de la Academia de San Fernando se remonta a 1726, fecha en que Francisco Antonio Meléndez (1682-1752), basándose en su experiencia en Italia y ser conocedor del funcionamiento de la Accademia nazionale di San Luca de Roma, “propuso al Rey la creación de una Academia de Bellas Artes”, motivándole a la redacción de un proyecto que tenía por título Primer proyecto de fundación de una Academia de Artes en esta Corte, año 1726 (…) (Bédat, 1989, 27). Meléndez consideró que la fundación de una academia reportaría beneficios económicos y prestigio a la Corte de Felipe V (1683-1746), así como una proyección hacia el exterior que evitaría la salida de artistas al extranjero para cimentar un arte propio en España. No obstante, esta iniciativa no prosperó y hubo que esperar a una Junta Preparatoria encargada en la redacción y presentación de un nuevo proyecto, el cual fue aprobado el 13 de julio de 1744. Redactado por el escultor Giovanni Domenico Olivieri (1706-1762) y por el secretario de Estado Sebastián de la Quadra y Llarena, conocido como el marqués de Villarías (1687-1766) (Bédat, 1989, 31), esta iniciativa siguió la corriente europea y se inspiró en el modelo académico francés e italiano. Finalmente, por Real Decreto de 12 de abril de 1752, y bajo el patrocinio y reinado del rey Fernando VI (1713-1759), se fundó de manera oficial la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Fernando (Gil y Patuel, 2021, 19).
La Academia contó con una situación privilegiada, pues “el rey había prohibido cualquier otro estudio público de las bellas artes en Madrid” (Bédat, 1989, 399). En la capital no había lugar o alternativa a otro centro de formación, de manera que solo se podían fundar academias en otras regiones, motivando así la fundación de la academia de Valencia (1768), Barcelona, Zaragoza (1792) y Valladolid (1802), entre otras. La Academia de San Fernando se instaló en la Casa de la Panadería, en la plaza Mayor de Madrid, pero la falta de espacio y los riesgos de incendio, no obstante, motivaron su traslado en 1773 a otra sede de la capital, concretamente en el palacio de Goyeneche, propiedad de Francisco Javier de Goyeneche (1690-1748) y ubicado en la calle de Alcalá. Un edificio, en origen, de estilo barroco cuyo interior y fachada fueron transformados al gusto neoclásico propio de la época. La institución concedió premios y pensiones a su alumnado y contó con un amplio personal: consiliarios (eclesiásticos, militares, consejeros del rey, ministros, embajadores y nobles), profesores, secretarios, conserje, porteros, barrenderos y varios modelos para las clases de Desnudo (Bédat, 1989, 129-137). El profesorado estaba especializado en diferentes disciplinas (Pintura, Arquitectura, Escultura y Grabado) y las salas contaban con moldes escultóricos de gran variedad. El horario de la Academia fue variando en función de la época y la estación del año, pero estaba abierta tanto en sesión matutina como vespertina, interrumpiéndose únicamente en verano (Bédat, 1989, 205). El alumnado se fue incrementando con el paso de los años, de hecho, en 1758 contaba con 300 alumnos y, solo medio siglos después, superaba el millar de matrículas.
En lo referente a las mujeres, se contabiliza un total de 60 mujeres académicas durante el siglo XVIII y parte del periodo decimonónico, destacando 6 supernumerarias, 28 de mérito, 3 con categoría de honor y 19 de honor y mérito. Los títulos concedidos en San Fernando comprendieron todas las categorías académicas, pero predominaron aquellos de mérito (Pérez Martín, 2020, 71). Cabe destacara que, a partir de 1849, con la modificación de los Estatutos de la institución, “ya no se otorgarían títulos de académicos de mérito y de honor, lo que de manera no explícita vetó la participación de las mujeres en las academias de Bellas Artes durante el resto de la centuria y hasta bien entrado el siglo XX” (Pérez Martín, 2020, 76). Algunas de las académicas con nombramientos y títulos fueron Clementina Bouligni, María Josefa Ascargorta, Carmen Barrantes, Catalina Cherubini, Asunción Crespo, Micaela Fernández, Carlota Laguna, Romana López, María Luisa Marchori, Francisca Meléndez y Bibiana Michel, entre otras (Pérez Martín, 2020, 86). Si bien es cierto que el porcentaje es bajo, puede afirmarse que hubo presencia femenina en las exposiciones públicas celebradas durante la primera mitad del siglo XIX en la Academia de San Fernando, cuya participación fue a través de pinturas religiosas, mitológicas, copias, paisajes, retratos y miniaturas, predominando la técnica del pastel sobre el óleo (Pérez Martín, 2020, 76-77).
Con el paso del tiempo, el movimiento antiacademicista se hizo sentir en las Academias europeas y españolas, pues surgió un intento reformador basado en las nuevas corrientes artísticas fundamentadas en la revolución social y el mercado artístico libre. Este proclive escenario provocó que las Academias tradicionales se resintieran, aunque resistieron y se revitalizaron (Aldana, 1998, 29). El hecho más notable en el siglo XIX que afectó a la Real Academia de San Fernando fue la segregación de la enseñanza de las Bellas Artes pues, desde 1844, se impartieron en la nueva Escuela de Nobles Artes. Este centro dependía en origen de la Academia, pero fue el primer paso decretado hacia la radical separación de la enseñanza. La Academia asumió cambios y modificaciones a lo largo del periodo decimonónico y del siglo XX, establecidos mediante Estatutos y normativas de toda naturaleza que significaron cambios sustanciales en la estructura. En la actualidad, la Academia se compone de 56 académicos de número de reconocido prestigio en los campos de la Arquitectura, la Pintura, la Escultura, la Música, el Cine, el Arte Gráfico, la Fotografía, el Diseño y la Historia y Teoría del Arte.
MAE, Javier Martínez Fernández, noviembre 2024, DOI: 10.26754/mae1803_1945
Aldana, Salvador (1998) La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos en Valencia. Historia de una institución, Valencia: Real Academia de Bellas Artes de San Carlos.
Bédat, Claude (1989) La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1808). Contribución al estudio de las influencias estilísticas y de la mentalidad artística en la España del siglo XVIII, Madrid: Fundación Universitaria Española.
Gil, Rafael y Patuel, Pascual (2021) Arte del siglo XIX (1760-1910), Valencia: Publicacions Universitat de València.
Mas Zurita, Elvira; Mocholí Roselló, Asunción y Pinedo Herrero, Carmen (2003) 250 años. La enseñanza de las Bellas Artes en Valencia y su repercusión social, Valencia: Universitat Politècnica de València.
Pérez Martín, Mariángeles (2020) Ilustres e ilustradas. Académicas de Bellas Artes (ss. XVIII y XIX), Valencia: Tirant Humanidades.