María Señán Aldanondo, nacida en Córdoba en 1894, era hija de los fotógrafos Rafael Señán González y Nicasia Aldanondo Aramburu. Su padre había sido uno de los promotores del crecimiento del negocio de los denominados estudios “moriscos”, “árabes” o “nazaríes” a finales del siglo XIX -en cuyos interiores se recreaban arquitecturas y espacios de estilo hispanoárabe, y se ponía a disposición de la clientela atrezo de estilo oriental, para que se retrataran tanto turistas extranjeros como aristócratas y burgueses locales-. A comienzos de 1898, Rafael Señán se asoció con Rafael Garzón y, bajo la firma Garzón y Señán, abrieron en Granada la que es considerada la primera galería con patio árabe, denominada Patio árabe del kadí, situada en la calle Real de la Alhambra, n.º 24.
Apenas tres años después, disolvieron la sociedad y Rafael Señán abrió un nuevo gabinete en la misma calle, con el nombre La gran mezquita de Boabdil, que debió tener éxito, ya que en 1908 abrió una sucursal del estudio granadino en Córdoba. Estaba ubicada en el n.º 129 de la plaza del Triunfo -entonces calle Cardenal González-, y en este caso la galería acristalada estaba decorada con yeserías y azulejos, así como con fondos pintados que reproducían tanto el bosque de columnas del interior de la Mezquita, como vistas del puente romano y del Guadalquivir. Durante los primeros años de actividad fue su esposa, Nicasia Aldanondo -que se había trasladado a la ciudad junto a sus hijas, María y Josefina Señán Aldanondo-, quien dirigió la galería cordobesa, mientras que Rafael Señán continuó al frente de la granadina.
Nicasia Aldanonodo enviudó prematuramente en 1911. Tras el fallecimiento de su esposo, decidió cerrar la galería de Granada y centrarse en la de Córdoba, ciudad en la que, como señala Antonio Jesús González, la competencia era menos dura. Utilizó temporalmente el nombre de Viuda de Señán, pero Nicasia Aldanondo mantuvo la marca comercial Rafael Señán. Sin embargo, aunque era ella quien figuraba como la titular del estudio, prácticamente desde la muerte de Rafael Señán fue su hija, María Señán, quien asumió las tareas fotográficas.
Tanto ella como su hermana Josefina habían recibido la educación propia de las jóvenes de buena posición, y habían cursado estudios de magisterio y de piano; pero las inquietudes artísticas de María Señán le llevaron a interesarse por la pintura y, especialmente, por la fotografía, profesión a la que terminó dedicándose. Como hemos mencionado anteriormente, en la práctica, fue ella quien se hizo cargo de la galería cordobesa: se encargaba de realizar el singular retrato árabe, que experimentó un notable éxito comercial en aquellos años; realizaba el trabajo de laboratorio; e incluso amplió el catálogo de vistas andaluzas confeccionado por su padre con obras propias, que posteriormente editó en formato de tarjeta postal, impresas por la fototipia madrileña Hauser y Menet. Además, continuó ofertando los servicios que había ofrecido el estudio familiar granadino para los aficionados, poniendo a disposición de los visitantes el cuarto oscuro y el laboratorio, y vendiendo material fotográfico. Aunque se dedicó a la fotografía durante décadas, nunca firmó como María Señán, sino que mantuvo, como había hecho su madre, los nombres comerciales de Señán. Fotógrafo o R. Señán.
El éxito comercial de esta tipología de galería comenzó a decaer durante los años veinte y, especialmente, en la década de los treinta. Aunque María Señán consiguió resistir a la guerra civil primero, y a la Segunda Guerra Mundial después -conflictos ambos que afectaron tremendamente al turismo, que proporcionaba la principal clientela de este tipo de establecimientos-, durante la segunda mitad del siglo XX centró su negocio en la venta de recuerdos. María Señán falleció en Córdoba en 1983.
MAE, Blanca Torralba Gállego, octubre 2024, DOI: 10.26754/mae1803_1945