Carmen de Burgos, quien usó el pseudónimo de Colombine, fue escritora, además de una pionera del periodismo. También publicó textos sobre diferentes manifestaciones estéticas. Consciente de su labor, reivindicaba el importante papel ejercido en una entrevista concedida en 1922: “Sin vanidad, puedo decir que así como a los reyes se les da un sobrenombre, a mí me cuadra el de Precursora en el periodismo; yo he sido la primera mujer española que ha celebrado interviews con políticos y con artistas…” (De Burgos y González Fiol, 1922: s. p.).

Nacida en el seno de una familia de terratenientes, comenzó a trabajar para el periódico local Almería Bufaque pertenecía a Mariano Álvarez, suegro de De Burgos y padre de Arturo Álvarez Bustos. Tras estudiar Magisterio y obtener plaza como profesora de la Escuela Normal, marchó con su hija a Madrid, estableciéndose posteriormente en Guadalajara, aunque con el tiempo acabará volviendo a la capital.

En los primeros años del siglo XX su presencia en la prensa se intensifica. En su prolífica trayectoria escribió para medios como El Globo, La Correspondencia de España, ABC, Diario Universal (donde firmó la sección “Lecturas para mujeres”), El Pueblo, El Heraldo de Madrid, Nuevo Mundo, La Esfera y O Mundo, entre otros. En 1908 fundó Revista Crítica. De especial interés son los textos que dedica a la defensa de las mujeres. La mujer moderna y sus derechos (1927) fue solo una de sus obras que podemos calificar de feminista —término con el que la propia De Burgos no siempre estuvo conforme—.

Su inquietud cultural la llevó a recorrer diferentes partes del mundo. En 1905 consiguió una beca de formación del Ministerio de Instrucción Pública que le permitió visitar una serie de países europeos, siendo este el primero de sus numerosos viajes que dieron lugar a multitud de crónicas que aparecieron en prensa y que fueron reunidas en libros como Por Europa (1906), Cartas sin destinatario (1912), Impresiones de Argentina(1914) o Mis viajes por Europa (1917) en los que encontramos pasajes que describen y comentan los lugares u obras que pudo ver como, por ejemplo, las del creador belga Antoine Wiertz.

En este sentido, debemos destacar la presencia que el arte tuvo en su producción. Se preocupó por aprender sobre esta materia a través de lecturas y con la contemplación en vivo, impartiendo docencia en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid a partir de 1911 y dictando conferencias en instituciones de carácter nacional e internacional. Interesada especialmente en la pintura, sus artículos acerca de pintores de la talla de Leonardo da Vinci o Goya, además de en prensa de carácter generalista, vieron la luz en libros como Al balcón(¿1913?). Digna de mención es su conciencia de salvaguarda del patrimonio español y su trabajo para visibilizar “el desdichado asunto de la venta de cuadros del Greco que existían en la capilla de San José” en Toledo (De Burgos, 1907: s. p.).

Como traductora se ocupó de ensayos teóricos tal y como muestran los títulos Las piedras de Venecia (¿1913?) o Las siete lámparas de la arquitectura: el sacrificio, la verdad, la fuerza, la belleza, la vida, el recuerdo, la obediencia (¿1913?), ambos de John Ruskin.

En su obra de creación también podemos rastrear sus conocimientos acerca del medio artístico. Entre sus cuantiosos cuentos y novelas donde el arte tiene protagonismo debemos destacar El veneno del arte (1910) y Los anticuarios (¿1918?).

Su pluma sagaz se apagó en 1932, algunos meses después de que el gobierno de la Segunda República aprobara en España la ley del divorcio, tema significativo en su obra sobre el que había vertido numerosas reflexiones.

MAE, Irene García Chacón, agosto 2024. DOI: 10.26754/mae1803_1945