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Múnich, 13/03/1891 – 29/01/1987
La Princesa Pilar de Baviera, historiadora del arte, pintora y fotógrafa aficionada, fue una mujer viajera que publicó varios artículos y libros sobre sus experiencias en España y Europa, los cuales ilustró con muchas de las imágenes tomadas por ella misma. Además, editó cuatro series de tarjetas postales con las fotografías realizadas durante sus viajes por el país, que tituló Recuerdos de España.
Fotografía Samot, La Princesa Pilar sacando fotografías de la Magdalena, 1914. Archivo General de la Administración.
La princesa María del Pilar de Baviera y Borbón, hija del príncipe Luis Fernando de Baviera y de la infanta María de la Paz de Borbón, nació el 13 de marzo de 1891 en Múnich. Se licenció en Historia del arte y se formó como pintora con artistas como Hans von Bartels, Willi Geiger o Moritz Heymann, además de pertenecer a la Asociación de Artistas y la Unión de Pintores del Viejo Múnich. También fue miembro de la Cruz Roja durante más de cuatro décadas y trabajó como enfermera en las dos guerras mundiales. Pilar de Baviera fue una mujer viajera, que publicó varios artículos y libros sobre sus experiencias en España y Europa, así como una biografía del rey Alfonso XIII, su primo. Además de todo ello, Pilar de Baviera era fotógrafa aficionada, y utilizó muchas de las imágenes tomadas por ella misma para ilustrar las mencionadas publicaciones y editar varias series de tarjetas postales, de las cuales nos interesan especialmente las realizadas en España.
En 1910 llevó a cabo su primer viaje en automóvil por el país, experiencia que recogió en el libro Im auto nach Spanien (1911), ilustrado con las fotografías tomadas por ella misma -además, se conserva un álbum con un gran número de positivos en la biblioteca del Palacio Real de Madrid-. El 2 de octubre comenzó la ruta desde el Palacio de Nymphenburg, acompañada de sus padres y dos chóferes, en un Hispano-Suiza Limousine Landaulet de seis cilindros, que terminó en el mismo lugar el 19 de noviembre. En este primer viaje realizó el siguiente itinerario: Freudenstadt, Estrasburgo, Nancy, Paris, Limoges, Bergerac, Hendaya, San Sebastián, Vitoria, Pancorbo, Burgos, Madrid, El Pardo, Aranjuez, El Escorial, Ávila, Salamanca, Valladolid, Cuéllar, Peñafiel, Soria, Numancia, Zaragoza, Tudela, Pamplona, Roncesvalles, Pau, Lourdes, Toulouse, Mende, Lyon, Genf y Nymphenburg. Desde mediados de octubre, periódicos como La Correspondencia de España, La Voz de Castilla, el Diario de Burgos, El Eco de Navarra, entre muchos otros, fueron dando noticia del paso de la princesa y sus padres por las distintas regiones del país y, en alguna ocasión, incluso hicieron referencia a su actividad como fotógrafa. Por ejemplo, en el artículo titulado “La infanta doña Paz y su augusta familia en Alba y Salamanca”, publicado en El Lábaro a comienzos de noviembre de 1910 y copiado en La Basílica Teresiana unos días después. Al relatar su visita a la ciudad de Salamanca, el autor afirmaba que “la princesita Pilar, que estaba bellísima y atraía las simpatías con su mirada azul, llena de ingenuidad y juventud, llevaba un aparato fotográfico, un estereóscopo, con el que obtuvo varias vistas”; y unas líneas después añadía: “Durante toda la mañana han callejeado por Salamanca, siendo constantemente saludados con gran respeto. La princesa Pilar no ha escatimado los clichés, tanto es así que á media mañana tuvo que reponer sus cajas con nuevas placas que adquirió en casa de D. Prudencio Santos”.
Dos años después, emprendió un nuevo viaje en automóvil por España -también junto a sus padres y dos chóferes-, que volvió a iniciar en Nymphenburg, el 1 de septiembre de 1912, cuyo itinerario en esta ocasión fue el siguiente: Memmingen, Zurich, Berna, Ginebra, Aix les Bains, Grenoble, Avignon, Nimes, Montpelier, Béziers, Carcasonne, St. Gaudens, Oloron, Jaca, Logroño, Nájera, Burgos, Valladolid, Simancas, Medina del Campo, Salamanca, Béjar, Miranda del Castañar, Alba de Tormes, Ávila, Segovia, La Granja, Madrid, Zarzuela, Castillejo, Luján, Casa de Campo y El Pardo. Como había ocurrido la vez anterior, la prensa local hizo alusión a la afición a la fotografía de la princesa Pilar. Por ejemplo, en Valladolid, donde “obtuvo algunas instantáneas al paso de los soldados” (Diario de la Marina, 12-IX-1912), en Salamanca “sacó varias fotografías de aspectos diversos del ferial” de ganados (El Adelanto, 14-IX-1912), o en Béjar, donde la princesa “sacó fotografías de dos candelarias, que allí se hallaban y que obsequiaron con rosquillas a Sus Altezas” (La Victoria, 14-IX-1912). Asimismo, con parte de las fotografías que realizó en este viaje ilustró el libro titulado Meine zweite Autoreise nach Spanien, publicado en 1914.
Además, Pilar de Baviera editó cuatro series de tarjetas postales -cada una compuesta por quince, sumando un total de sesenta imágenes- con las fotografías realizadas durante sus viajes, que tituló Recuerdos de España, que fueron impresas por la casa Franz Boham’s Kunstverlag de Múnich, a beneficio de la institución fundada por su madre en dicha ciudad, el Pedagogium Español. Tal y como señala José Antonio Torcida, “merece la pena destacar en este conjunto de postales su variedad geográfica y el interés cartófilo de muchas de ellas, pues la autora buscó retratar tipos y costumbres, tradiciones y lugares, además de vistas pintorescas y monumentos”. Además, como apunta el autor, resultan interesantes las imágenes tomadas en el interior de varios conventos de clausura, vedados para otros fotógrafos, pero a los que ella tuvo acceso por su condición de Infanta de España, como son el Monasterio de la Encarnación (Ávila), el Convento de las Dueñas (Salamanca) y el Monasterio de la Anunciación de Nuestra Señora de Carmelitas Descalzas (Alba de Tormes, Salamanca).
Por último, merece la pena señalar que una de las fotografías realizadas por la Princesa Pilar de Baviera en España, la titulada Ruinas castellanas, fue reproducida en la revista La Fotografía, en su décimo número de la segunda época, publicado en octubre de 1914.
MAE, Blanca Torralba Gállego, enero 2024, DOI: 10.26754/mae1803_1945
TORCIDA VALIENTE, J. A., “Recuerdos de España, de la Princesa Pilar de Baviera”, Revista Cartófila, n.º 39, Barcelona, marzo 2017, pp. 57-70.
TORCIDA VALIENTE, J. A., “Recuerdos de España, de la Princesa Pilar de Baviera (II)”, Revista Cartófila, n.º 40, Barcelona, mayo 2018, p. 72.
BAYERN, Pilar Prinzessin von, Im auto nach Spanien, Múnich, Hans Goltz, 1911. BAYERN, Pilar Prinzessin von, Meine zweite autoreise nach Spanien, Múnich, Lindxuer, 1914. El Adelanto (Salamanca, 14-IX-1912), p. 1. El Lábaro (Salamanca, 08-XI-1910). La Fotografía, 2ª época, año I, n.º 10 (Madrid, X-1914). | “La infanta doña Paz y su augusta familia en Alba y Salamanca”, La Basílica Teresiana, año V, n.º 59 (Salamanca, 15-XI-1910), pp. 333-339. “La infanta Paz en Béjar”, La Victoria (Béjar, 14-IX-1912), pp. 2-3. “Los príncipes de Baviera”, Diario de la Marina (Madrid, 12-IX-1912), p. 2. TAF, “Otro libro”, El Eco de Santiago (Santiago de Compostela, 02-I-1912), p. 1. |
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Londres, 1821 – ¿París, 1885?
Jane Clifford fue una mujer adelantada a su tiempo, aeronauta y fotógrafa, que muy probablemente colaboró con su marido en la confección de la colección Clifford, y cuando este falleció a comienzos de 1863 continuó con la difusión de las vistas de monumentos españoles, finalizó los reportajes encargados por la Casa Real y asumió la dirección del estudio, que regentó bajo la denominación Fotografía inglesa.
Ascension de MM. Goulston, Cliford y mistris Cliford [detalle], 1851. Publicado en La Ilustración (Madrid, 18-I-1851).
Jane Clifford es una figura misteriosa, de la que desconocemos importantes datos biográficos, especialmente los previos a su llegada a Madrid a mediados del siglo XIX, como por ejemplo su apellido de soltera. Gracias a los padrones municipales sabemos que la autora nació en Londres en torno a 1821 y que se casó con el célebre fotógrafo galés Charles Clifford. Las primeras noticias relacionadas con el matrimonio británico en España las localizamos en 1850 y están vinculadas con eventos aerostáticos, similares a los que la pareja había organizado ya en Francia el año anterior. Jane Clifford, a quien en el cartel anunciador de uno de estos eventos se describía como una mujer “animosa e interesante”, participó en varias ascensiones, como evidencia la noticia publicada en enero de 1851 en La Ilustración, que daba noticia del ensayo realizado por los aeronautas ingleses M. Glouston, Clifford y “Mistris Cliford” [sic] en la plaza de toros de Madrid. O el comunicado de prensa que había aparecido en La Patria el día anterior, en el que Charles Clifford relataba la experiencia de la siguiente manera: “A las cuatro y media soltamos la cuerda y ascendiendo rápidamente pronto nos perdimos de vista en una capa de nubes densas, que tardamos en atravesar ocho minutos. Apenas las cruzamos cuando todos, y más particularmente mi esposa, tuvimos el placer inefable de encontrarnos en un cielo azul y sereno”, pero terminaba lamentándose y expresando que habían sentido mucho “no haber podido tomar con el daguerrotipo la vista de Madrid”, confiando en poder “sacar un paisage tan nuevo como exacto” en otra ocasión. Jane Clifford no fue la única fotógrafa que realizó exhibiciones de ascenso en globo, sino que conocemos otros ejemplos como los de Ernestine Nadar en Francia o Madame Bertrande Senges, daguerrotipista que recorrió la península ibérica desde finales de los años cuarenta del siglo XIX.
Tras su llegada a Madrid, Charles Clifford abrió un estudio fotográfico, donde comenzó dedicándose al retrato pero al poco tiempo empezó a viajar por el territorio español fotografiando las principales ciudades y sus monumentos. Pronto comenzó a recibir importantes encargos de la monarquía y diversas instituciones, documentando proyectos relacionados con la modernización del país -entre los que destacan la reforma de la Puerta del Sol, la construcción y extensión del ferrocarril o la del Canal de Isabel II-, e incluso fue el fotógrafo oficial durante la campaña de viajes que realizó la reina entre 1858 y 1862. Además, parte de esa documentación fotográfica del patrimonio nacional que llevó a cabo durante una década lo recogió en la publicación titulada A Photographic Scramble through Spain (1861).
Aunque apenas existen referencias concretas, es más que probable que Jane Clifford colaborase con su marido en la confección de la colección Clifford, ya que tanto en los anuncios en prensa como en la publicación mencionada solía utilizar el plural. Dicha hipótesis se hace todavía más evidente si tenemos en cuenta que ambos se hicieron miembros de la Societé Francaise de Photographie a mediados de los años cincuenta y que, tras el fallecimiento de Charles Clifford el 1 de enero de 1863, la esquela publicada en El Clamor Público lo expresaba con claridad: “El Sr. Clifford, ha dejado por herencia notables fotografías á su inconsolable esposa, dignísima señora que no solo estaba identificada con su suerte, sino que tomaba una parte activa en sus trabajos”. Confirmación de la capacidad de Jane Clifford es que tras enviudar continuó con la difusión de las vistas de monumentos españoles, finalizó los reportajes encargados por la Casa Real y asumió la dirección del estudio Fotografía inglesa. Además, aquel mismo año participó en nombre de su marido en la Cinquième Exposition de la Société Française de Photographie celebrada en París presentando veinticinco vistas de España -que comprendían fotografías de Granada, Sevilla, Córdoba, Zaragoza, Salamanca, Toledo, Elche, Manresa, Burgos y Segovia-, a las que añadió una reproducción del bajorrelieve del Descendimiento de la Cruz con el que José Bellver había recibido una segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1860. Merece la pena señalar que cuando Jane Clifford inscribió dicha fotografía en el registro de patentes de Londres, lo hizo como autora de la misma.
El proyecto más conocido de Jane Clifford es la realización en 1863 de las fotografías del Tesoro del Delfín -por ser las únicas que podemos considerar exclusivamente suyas-, que además formarían parte del Tesoro de la Escultura, un proyecto editorial más amplio que se editó en cinco volúmenes entre 1862 y 1865, incluidas en el último tomo. El Tesoro del Delfín es un conjunto de copas, vasos, jarras y demás piezas suntuarias realizadas durante los siglos XVI y XVII, que Felipe V trajo a España como herencia de su padre, Delfín de Francia. La colección estaba formada en origen por casi setecientas piezas, de las que Felipe V recibió 169, que pasaron a constituir un tesoro dinástico para la nueva monarquía española, y de las que actualmente se conservan 120. En otoño de 1863 John Charles Robinson, supervisor de las colecciones del Museo South Kensington, actual Victoria & Albert, viajó a España con el encargo de buscar y adquirir piezas que pudiesen interesarle al museo. En noviembre de aquel año se le concedió permiso para que fotografiase una parte del Tesoro, como refleja la Real Orden que se expidió dirigida al director del Real Museo de Madrid -hoy Museo del Prado-, en la que se especificaba que se valdría “de un fotografísta de su confianza” para “sacar copias de una parte de la colección de tazas y vasos de cristal y otros materiales que existe en ese Real Museo”. Dicho “fotografista” sería Jane Clifford. Actualmente se han estudiado varios conjuntos de las fotografías del Tesoro del Delfín, conservados en el Museo Nacional del Prado, la Biblioteca Nacional de España, el Victoria & Albert, el Museo Universidad de Navarra, el Archivo General de Palacio -colección que presenta una calidad técnica de positivado más elevada-, la Real Biblioteca y el Goteborgs Konstmuseum.
A finales de 1864 Jane Clifford se trasladó a la calle Mayor, donde abrió un estudio con el nombre de “Fotografía Inglesa”, como anunciaba en El Contemporáneo: “Fotografía Inglesa. La señora viuda de Clifford pone en conocimiento del público de Madrid, que ha establecido una Galería Fotográfica para retratos a estilo de Londres en la calle Mayor número 18-20, piso cuarto de la izquierda, habiendo hecho venir de Inglaterra uno de los mejores operarios y máquinas de las más modernas. Dicha señora sigue además la publicación de las vistas de los principales monumentos de España sacadas con tan feliz éxito por su difunto esposo D. Carlos Clifford, fotógrafo que fue de SS. MM. y de la reina de Inglaterra, cuyo depósito se halla en la Corona de Oro Carrera de San Gerónimo, número 2. También se encarga de copiar cuadros, grabados, planos, etc., etc.”. De esta manera, Jane Clifford continuó con la publicación del Álbum Monumental de España, al tiempo que volvió a orientar su negocio hacia la realización de retratos. De esta época se conocen un escaso número de tarjetas de visita en las que la autora siguió utilizando el sello de su marido, probablemente por el prestigio con el que contaba la marca.
A mediados de los años sesenta localizamos alguna otra noticia en la prensa sobre el trabajo de Jane Clifford hasta que cerró el gabinete de la calle Mayor alrededor de 1866 y se marchó de España, probablemente se trasladó a París. En el año 1885 el nombre de Jane Clifford desaparece de la lista de miembros de la Societé Française de Photographie y se pierde definitivamente su rastro, por lo que es probable que falleciese en la capital francesa en torno a aquel año.
MAE, Blanca Torralba Gállego, enero 2024, DOI: 10.26754/mae1803_1945
1863. Cinquième Exposition de la Société Française de Photographie. París, Palais de l’Industrie, Pavillon sud-est. | 2019. Jane Clifford. Las fotografías del Tesoro del Delfín. Pamplona, Museo Universidad de Navarra. |
BULLOUGH AINSCOUGH, R., “La ‘animosa e interesante’ Jane Clifford. De aeronauta acompañante a fotógrafa emprendedora», congreso Un Siglo de Estrellas Fugaces, Museo del Prado, 2021. BULLOUGH AINSCOUGH, R., “Charles Clifford: globos y caballos”, Revista Internacional de la Imagen, 2 (2), 2015, pp. 129-137. FONTANELLA, L., Clifford en España: un fotógrafo en la corte de Isabel II, Madrid, El Viso, 1999. GARCÍA FELGUERA, Mª de los S., “La fotografía. Una profesión nueva para las mujeres”, en Carlos G. Navarro (ed.), Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931), Madrid, Museo Nacional del Prado, 2020, pp. 276-287. GONZÁLEZ PÉREZ, A. J., Andaluzas tras la cámara. Fotógrafas en Andalucía 1844-1939, Almería, Junta de Andalucía, 2021. | Jane Clifford. Las fotografías del Tesoro del Delfín [catálogo de exposición], Pamplona, Museo Universidad de Navarra, 2019. ONFRAY, S., Mujeres y fotografía en el siglo XIX español. El ejemplo madrileño de la Colección Castellano (1850-1870), Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2022. ONFRAY, S., “Pioneras ‘intrépidas’. Fotógrafas y aeronautas en la España decimonónica (1840-1860)”, en Almarcha Núñez-Herrador, E. y R. Villena Espinosa (eds.), Colecciones, museos y fotografía. IX Encuentro de Historia de la Fotografía en Castilla-La Mancha. Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha y Centro de Estudios de Castilla-La Mancha, 2023, pp. 390-413. |
Catálogo de la Cinquième Exposition de la Société Française de Photographie, París, 1863. El Clamor Público (Madrid, 23-XII-1851). El contemporáneo (Madrid, 02-XII-1864), p. 4. | El Lloyd Español (Barcelona, 15-I-1865), p. 3. La Ilustración de Madrid (Madrid, 18-I-1851). La Patria (Madrid, 17-I-1851). |
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Zaragoza, 1846 – Santiago de Compostela, 30/08/1885
Juana Cabello es una de las primeras fotógrafas con estudio propio localizadas en Galicia. Abrió su gabinete en 1884 en el número 8 de la Rua do Franco en Santiago de Compostela y, aunque su trayectoria profesional fue breve y apenas se conocen tres de sus retratos, estos destacan por una notable calidad, superior a la habitual en aquella época.
Juana Cabello, Busto de dama, h. 1884. Colección de Carlos Castelao.
Juana Cabello Samitier nació en Zaragoza en el año 1846. Era hija Joaquín Cabello Balfagón y de Joaquina Samitier Salas, ambos procedentes de familias aragonesas, y tuvo al menos una hermana, llamada Bernardina, que se casó con apenas 18 años. Por su parte, Juana Cabello contrajo matrimonio con Andrés Hermida Soto el 14 de marzo de 1876 en la iglesia de San Pablo de su ciudad natal.
Andrés Hermida (Vedra, La Coruña, 1845 – Xinzo de Limia, Orense, 1894) -hijo de José Hermida de Insúa y María Soto Cristovo, pertenecientes a una familia noble del Valle de Ulla- era militar de infantería, profesión que le llevó a ser destinado a diversas ciudades españolas desde muy joven. A finales de los años sesenta inició su relación con la ceutí Mercedes Espinosa López, con quien tuvo dos hijos -aunque no llegaron a casarse-, Emilia y Leopoldo, nacidos en 1871 en Cádiz y en 1873 en Algeciras, respectivamente. Después de ser trasladado a varias localidades más, finalmente, en enero de 1875, Andrés Hermida se encontraba en Zaragoza, y fue por aquellas fechas cuando conoció a la autora, iniciaron su relación y apenas un año después se casaron. Juana Cabello asumió los hijos de la relación anterior de su marido y, en julio de 1876, se trasladaron a su siguiente destino profesional Ceuta, donde apenas unos meses después nació su hijo, Luis Eusebio Hermida Cabello (1876-h. 1939). Durante los años siguientes realizaron numerosos traslados hasta que, en abril de 1881, Andrés Hermida fue destinado a su Galicia natal, y la familia se estableció en Santiago de Compostela.
No se conocen datos sobre la formación fotográfica de Juana Cabello, es posible que aprendiera el oficio en alguno de los gabinetes de su ciudad natal -en aquella época trabajaban en Zaragoza Mariano Júdez, Gregorio Sabaté, Manuel Hortet, Santos Álvarez y Leandro y Dublán, por lo que pudo formarse con alguno de ellos-, en cualquier caso, alrededor de 1884 la autora abrió su estudio fotográfico en Santiago, convirtiéndose así en la segunda mujer en hacerlo en dicha localidad, después de María Cardarelly. Este estaba ubicado en el número 8 de la Rúa do Franco, paralela a la prestigiosa Rúa do Vilar, la calle de los fotógrafos en Compostela, que albergó a lo largo de las décadas los mejores gabinetes de la ciudad -como son los de Palmeiro, Ksado, Sandine, Almejún, Arturo o Chicharro-.
Apenas se conocen tres de sus trabajos, tres tarjetas de visita -dos retratos de sacerdotes y un busto femenino- que destacan por presentar una notable calidad, superior a la habitual en aquella época. Los cartones son de color negro, con las esquinas redondeadas y los bordes dorados, en cuya parte inferior figura, también en dorado, su nombre o la dirección de su establecimiento, e incluso, en uno de los casos, el monograma de la fotógrafa compuesto por una letra J y una C entrelazadas. En cuanto a los retratos, la composición es convencional, pero llaman la atención por la calidad del papel y por el contraste de la imagen, que logra producir sensación de relieve -por lo que es posible que utilizase algún procedimiento al carbón, más laborioso-.
Resulta llamativa la ausencia de noticias o referencias en la prensa local sobre la actividad de Juana Cabello, así como el aparente fracaso comercial de su establecimiento, ya que, como revelan sus retratos, su capacidad técnica y profesional era evidente, pero esto no evitó que cerrase su estudio apenas unos meses después de haberlo abierto. Pudieron ser muchos los motivos que impidieron que lograse el éxito que hubiera merecido, aunque es posible que influyera el precio elevado de sus trabajos, debido a la técnica utilizada, y que ser mujer tampoco contribuyera, de hecho, merece la pena señalar que, como ocurre con tantas fotógrafas, Juana Cabello no utilizaba su nombre propio, sino únicamente su inicial, firmaba como “J. Cabello”.
Probablemente movida por un cambio de estrategia comercial, al año siguiente la autora aprovechó el cierre del gabinete de Manuel Palmeiro, que acababa de fallecer -concluyendo con su muerte la primera gran saga de fotógrafos de Santiago de Compostela-, ubicado en el número 25 de la mencionada Rúa do Vilar, para alquilarlo, aunque para ello tuvo que contraer una deuda que acompañaría a la familia durante años. Pero en lugar de utilizar su nombre o mantener la firma de Palmeiro beneficiándose de su prestigio, lo sorprendente es que los Hermida Cabello abrieron su nuevo establecimiento fotográfico en el sótano de aquel edificio a nombre de su hijo Luis Hermida Cabello, cuando este apenas tenía 8 años. El joven, que habría aprendido el oficio con su madre, debió mostrar verdadera habilidad para la fotografía ya que, aunque en un principio es de suponer que la gestión y la mayor carga de trabajo la desempeñase Juana Cabello, la autora falleció en agosto de aquel mismo año, mientras que el estudio de Luis Hermida continuó desarrollando su actividad durante unos años más. En cuanto a la producción de este, hay que señalar que, aunque es cierto que al contrario de lo que había sucedido con Juana Cabello su nombre sí que apareció en reiteradas ocasiones en la prensa de la época -aunque lo extraño es que en ningún caso se aludiese a su edad-, a día de hoy resulta especialmente complejo identificar sus trabajos, ya que continuó utilizando los cartones sobrantes que habían heredado de su antecesor en el estudio, Manuel Palmeiro.
MAE, Blanca Torralba Gállego, enero 2024, DOI: 10.26754/mae1803_1945
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CASTELAO, C., As orixes da fotografía en Galicia. Estudios composteláns do XIX, Santiago de Compostela, Consorcio de Santiago / Alvarellos Editora, 2018, pp. 200-203. CASTELAO, C., María Cardarelly, un lostrego na fotografía galega, Padrón, Fundación Rosalía de Castro, 2017. CASTELAO, C., “Unha nova obra de Juana Cabello”, en el blog Memoria da imaxe, https://memoriadaimaxe.blogspot.com/2020/02/unha-nova-obra-de-juana-cabello.html?fbclid=IwAR2sARupMoEMoCMwUN3b3AM8SLkaI98F-pb9uRgufEfM4vXo1EByOwE2NLU | CASTELAO, C., “Los orígenes de la fotografía en Galicia”, en J. A. Hernández Latas (ed.), IV Jornadas sobre Investigación en Historia de la Fotografía. 1839-1939: Un siglo de fotografía, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2023, pp. 74-90. PADÍN OGANDO, F., “Juana Cabello (1846-1885)”, en el blog Fotografas Pioneiras, https://www.fotografaspioneiras.com/index.php/2019/02/06/juana-cabello-1846-1885/ Portal Clifford Fotoconnexio (https://www.fotoconnexio.cat/clifford/).
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Mondoñedo (Lugo), 27/05/1850 – 28/08/1913
Filomena Díaz fue una fotógrafa profesional que regentó un gabinete con su nombre en el número 16 de la calle Padilla de Mondoñedo (Lugo) durante más de tres décadas. Sus trabajos, que se hallan repartidos entre dispersos álbumes familiares, configuran un completo retrato de la sociedad gallega de finales del siglo XIX y principios del XX.
Reverso de uno de los cartones utilizados por Filomena Díaz (Retrato femenino), h. 1898-1905. Colección Fernando Halperin.
Filomena Díaz Villada nació en Mondoñedo (Lugo) el 27 de mayo de 1850. Su madre, Manuela Díaz Villada, natural de la misma localidad, fue madre soltera, por lo que Filomena Díaz se crio en uno de los numerosos hogares denominados en la zona como de mulleres que veñen de sobre si -lo cual probablemente condicionó su vida-, cuyo número aumentó progresivamente resultado de un elevado porcentaje de hombres que emigraron durante el siglo XIX en la región.
No sabemos cuándo comenzó a utilizar la cámara fotográfica ni cómo fue su formación, pero la información recogida en el censo de población del año 1880 evidencia que ya ejercía como fotógrafa. Según indican los anuarios comerciales, en Mondoñedo hubo tres fotógrafos activos desde finales del siglo XIX, de los cuales dos eran mujeres, Antonia Santos, Filomena Díaz y Pedro Corral. Antonia Santos se dedicaba profesionalmente a la fotografía desde los años setenta, por lo que es posible que, como propone Fernanda Padín, Filomena Díaz aprendiese con ella el oficio. Otra hipótesis que plantea es que lo hiciese con Julián Villada, teniendo en cuenta que al compartir apellido pudieron ser familiares, empleado de correos que se anunciaba como retratista en El Hermandino a mediados de los años ochenta.
En cualquier caso, la autora ejerció como fotógrafa profesional regentando el estudio fotográfico que llevaba su nombre, uno de los pocos gabinetes que localizamos en aquellos años con nombre de mujer, que estaba ubicado en el segundo piso del edificio número 16 de la céntrica calle Padilla -actual calle Alfonso VII-. Además, desde el año 1897 hasta su fallecimiento, Filomena Díaz anunció su negocio en la sección de Fotógrafos del Anuario Bailly-Baillierie, y entre 1901 y 1908 lo hizo también en el Anuario Riera.
Finalmente, después de tres décadas al frente del establecimiento fotográfico, Filomena Díaz falleció el 28 de agosto de 1913, debido a una enfermedad pulmonar. Hasta la fecha, no se ha localizado ninguna información que indique que estuviese casada o que tuviese descendencia, siendo este uno de los posibles motivos por los que su trabajo únicamente se ha conservado diseminado entre dispersos álbumes familiares.
Entre las fotografías conservadas, localizamos diversos formatos de cartones, como las denominadas Tarjeta Victoria, Tarjeta Salón, Tarjeta Gran Promenade o Tarjeta Paris, aunque el formato más habitual entre su producción es el llamado Tarjeta Americana, de un tamaño ligeramente mayor que la habitual un Tarjeta de visita, con una medida estándar de 168 x 108 mm.
En la parte inferior del anverso de los cartones, debajo de la fotografía, figuraba el nombre del estudio y la dirección, e incluso, en muchos de los casos un monograma compuesto por sus iniciales, las letras F y D, yuxtapuestas o entrelazadas. Por su parte, en los anversos de los mismos solían destacar -aunque no en todos los casos, algunos están en blanco- grandes litografías que incorporaban de nuevo los datos del gabinete, con diseños que varían a lo largo de los años. En el reverso de una de las piezas aparece un sello de tinta sencillo y con forma ovalada, una clase de identificación del gabinete que comenzó a utilizarse a principios del siglo XX.
Según evidencian las fotografías localizadas, Filomena Díaz se dedicó fundamentalmente al retrato, género que practicó en sus diferentes tipologías, ya que realizó retratos de personas de distintas clases sociales, retratos individuales y de grupo, retratos de busto y de cuerpo entero, retratos infantiles y de adultos, etc. Además, observamos que la autora utilizó distintos fondos pintados para sus fotografías, alguno de los cuales ha permitido atribuir su autoría. Fondos que imitan ambientes variados, desde interiores más clásicos hasta exteriores floridos y rocosos o arboledas, delante de los que incorpora mobiliario y diversos objetos que utiliza reiteradamente en el estudio, como son mesas, sillas, reclinatorios, crucifijos, rocas decorativas o una característica begonia, que completan la composición. Con todo ello, las piezas conservadas permiten adivinar que la producción de la fotógrafa Filomena Díaz Villada configura un completo retrato de la sociedad gallega de finales del siglo XIX y principios del XX.
MAE, Blanca Torralba Gállego, enero 2024, DOI: 10.26754/mae1803_1945
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ACUÑA, X. E., “Volve a fotografía, retorna a memoria”, en el suplemento Pioneiros de la Revista das Letras, nº 493 (04-XII-2003), AELG, pp. 2-8. CASTELAO, C., “Los orígenes de la fotografía en Galicia”, en J. A. Hernández Latas (ed.), IV Jornadas sobre Investigación en Historia de la Fotografía. 1839-1939: Un siglo de fotografía, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2023, pp. 74-90. | PADÍN OGANDO, F., “Filomena Díaz (1850-1913), blog Fotógrafas pioneiras (08-VII-2017),https://www.fotografaspioneiras.com/index.php/2017/06/08/filomena-diaz-1850-1913/ Portal Clifford Fotoconnexio (https://www.fotoconnexio.cat/clifford/) RODRÍGUEZ MOLINA, M.ª J. y SANCHIS ALFONSO, J. R., Directorio de fotógrafos en España (1851-1936), Valencia, Archivo General y Fotográfico de la Diputación de Valencia, 2013, vol. II, pp. 756 y 762. |
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A Coruña, 05/1867 – Mondáriz-Balneario (Pontevedra), 19/06/1926
Luisa Pardo, perteneciente a la saga de fotógrafos Pardo, regentó el estudio familiar de Mondáriz-Balneario (Pontevedra) entre 1911 y 1926. Entre su producción, caracterizada por un especial cuidado en la composición, predomina el género del retrato, cuyas particularidades adaptaba a las demandas de la clientela propia de cada época del año.
Luisa Pardo, Autorretrato, h. 1911-1926. Colección familiar.
Luisa Pardo Campos nació en A Coruña en el año 1876, en el domicilio familiar ubicado en el número 145 de la rua do Orzán, y fue bautizada el día 20 de mayo en la parroquia de San Nicolás con los nombres de Luisa Manuela Bernarda Pardo. Fue la hija primogénita de Feliciano Pardo y de Antonia Campos, que tuvieron otros dos hijos, Manuel (1869-1947) y Feliciano (1870-1947), que, junto a Luisa, conformarían la segunda generación de la saga de fotógrafos Pardo.
Durante las últimas décadas del siglo XIX, Feliciano Pardo Ferrer recorrió la geografía gallega como fotógrafo itinerante, especializándose en la realización de retratos tanto individuales como de grupo. La familia mantuvo su domicilio en A Coruña hasta que, en 1894, se instalaron en el barrio de O Pazo, dentro del concello de Mondariz, en una casa en lo alto del pueblo, desde donde se contemplaba todo el complejo balneario. Feliciano Pardo se estableció en dicha localidad junto a Adelaida Fadelli, con quien se había casado en segundas nupcias, y a Luisa Pardo; por su parte, su hermano Feliciano Pardo ejerció como fotógrafo itinerante en distintas localidades asturianas hasta establecerse en Oviedo, mientras que Manuel Pardo se estableció en Caldelas de Tui, donde se casó y tuvo cinco hijas.
Feliciano Pardo Ferrer abrió dos estudios en Mondariz, uno instalado en el domicilio familiar atender a la clientela durante el invierno, y otro en un edificio ubicado próximo a la fuente del Troncoso, activo en la temporada de verano, más accesible para los turistas y usuarios del Balneario, miembros de la aristocracia y la burguesía adinerada, que gustaban de llevarse un recuerdo de su estancia en la villa termal en forma de retrato. Hay que tener en cuenta que durante las dos primeras décadas del siglo XX el Balneario alcanzó una notable celebridad, atrayendo a la localidad una clientela profusa y variada, incluso procedente de distintos países, entre la que se encontraban personalidades ilustres de diversos sectores de la sociedad. Así, durante aquellos años, Mondariz contaba con numerosos alojamientos para atender a los visitantes, pero además ofrecía una amplia gama de servicios culturales y artísticos.
Tras el fallecimiento de su padre en mayo de 1911, Luisa Pardo, que a los cuarenta y cuatro años contaba con notable experiencia en la materia, se hizo cargo del negocio fotográfico familiar, que entonces pasó de denominarse “F. Pardo” a “Fotografía de L. Pardo”. Asimismo, durante aquellos años la autora participó también en la vida social y cultural de la localidad de diversas maneras, ejemplo de ello es que presidió la Congregación de Hijas de María de la parroquia de Nosa Señora do Carme de Troncoso, de lo cual da noticia la prensa local de la época.
Luisa Pardo se encargó de criar a las hijas de su hermano Manuel Pardo cuya esposa falleció prematuramente, que habían ido llegando de forma paulatina a Mondariz —Rosina en 1904; Julia, Adelaida y Alicia en 1908; y Encarnación en 1910—. Durante los años que la autora estuvo al frente de los dos establecimientos, sus sobrinas colaboraron con ella tanto en el desempeño de labores fotográficas como en el mantenimiento y cuidado de los jardines y huertas de la finca. Luisa Pardo las retrató a todas ellas asomadas entre los vanos y en las escaleras de entrada al estudio, en una interesante fotografía de la fachada principal del edificio este, en la que destaca el letrero “Fotografía de L. Pardo” y en la que se aprecian los paneles con imágenes de diversos tamaños colocadas a ambos lados de las ventanas de la planta baja como reclamo.
La clase de trabajos realizados por la fotógrafa variaban según la época del año. En la temporada estival, eran frecuentes los retratos tomados en el exterior, utilizando la vegetación del jardín del estudio de la Fuente de Troncoso como escenario, para los que la autora ponía a disposición de los turistas trajes tradicionales gallegos. Por su parte, durante la temporada de invierno, la población local era la clientela principal, por lo que entre los encargos predominaban las fotografías de eventos familiares, como pueden ser bodas o comuniones, así como de acontecimientos de índole diversa que tuviesen lugar en el entorno del balneario. En lo que respecta a la técnica, Luisa Pardo utilizaba el gelatinobromuro de plata, y posteriormente entregaba las copias a los clientes en formato postal o colocadas sobre diversos cartones cartones. La autora firmaba estos retratos utilizando sellos de tinta, circulares primero y ovalados después, con el texto “L. PARDO FOTOGRAFÍA MONDARIZ”, o enmarcándolos en cartones ornamentados en cuya parte inferior figuraba la leyenda “Recuerdo de Mondariz L. Pardo”.
Después de quince años ejerciendo como fotógrafa profesional, Luisa Pardo falleció el 19 de junio de 1926 a causa de una insuficiencia cardiaca. Su sobrina Rosina Pardo Durán (Caldelas de Tui, 05/06/1898 – Pontareas, 27/01/1987) fue quien le sucedió al frente del negocio fotográfico, que regentó durante una década, hasta 1936, cuando abandonó la profesión coincidiendo con el estallido de la guerra civil. La producción de Luisa Pardo, caracterizada por un especial cuidado en la composición, se encuentra hoy dispersa entre numerosos álbumes familiares y colecciones particulares, aunque también localizamos algunas piezas en los fondos de instituciones gallegas como la Real Academia Galega o el Museo do Pobo Galego.
MAE, Blanca Torralba Gállego, enero 2024, DOI: 10.26754/mae1803_1945
ORCHE GARCÍA, E. y AMARÉ TAFALLA, Mª P., “La emblemática fuente de Troncoso (Mondariz, Pontevedra) y la inacción que ha conducido a la ruina de este sobresaliente patrimonio minero”, Identidades: territorio, cultura, patrimonio, nº 8, 2019.
PADÍN OGANDO, F., “Luisa Pardo Campos (1867-1926) e Rosina Pardo Durán (1898-1987)”, en Fotógrafas pioneiras [https://www.fotografaspioneiras.com/index.php/2021/06/26/luisa-pardo-campos-1867-1926-e-rosina-pardo-duran-1898-1987/]
RODRÍGUEZ MOLINA, M.ª J. y SANCHIS ALFONSO, J. R., Directorio de fotógrafos en España (1851-1936), Valencia, Archivo General y Fotográfico de la Diputación de Valencia, 2013, vol. II, p. 774.
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