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Lebrija, Sevilla, 1835 – 1868
Antonia Rodríguez Sánchez de Alva desarrolló una breve, aunque intensa, trayectoria como pintora en el marco del romanticismo sevillano. Artista precoz, con 15 años ejecutó composiciones en grandes formatos para instituciones eclesiásticas. En la década de 1850 su producción retratística fue galardonada y valorada por la crítica de arte.
Autorretrato, 1854. Colección privada, Sevilla.
Antonia Rodríguez Sánchez de Alva nació el 19 de mayo de 1835 en la localidad sevillana de Lebrija. Educada en el seno de una familia de la burguesía ilustrada y progresista, su padre, Antonio Rodríguez Ferrer y su madre, Trinidad Sánchez de Alva y Barahona, le permitieron acceder a una educación culta y humanista, en la que su vocación artística se vio fomentada más allá de la actividad “de adorno” habitual en las adolescentes de la burguesía.
No se conocen datos sobre la formación artística de Antonia Rodríguez, que pudo llevarse a cabo en el estudio de alguno de los pintores sevillanos que aceptaban a alumnas o en el taller del pintor afincado en Jerez de la Frontera José María Rodríguez de Losada (1826-1896), donde la joven residió durante amplias temporadas (Cortines, J, “La pintora romántica lebrijana Antonia Rodríguez Sánchez de Alva”, en Boletín de Bellas Artes, Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, Sevilla, 1981, p. 86). También sus visitas al Museo de Bellas Artes de Sevilla y a la Catedral hispalense le permitirían desarrollar, de forma autodidacta, su talento creativo.
La trayectoria artística de Antonia Rodríguez fue breve, y aunque realizó una amplia producción, de la que se conservan más de un centenar de obras, sin embargo, su precoz fallecimiento, con 32 años, no le permitió llegar a su madurez estilística. Al respecto, el hecho de contraer matrimonio en 1860, con 25 años, no impidió que la artista continuara su actividad como pintora; no obstante, los seis embarazos que tuvo en poco más de siete años de matrimonio, así como las crianzas de sus hijos Francisca, Juan y Antonia y el fallecimiento de dos de ellos, debieron, lógicamente, de determinar una menor dedicación a su producción creativa, en unos años, sin duda, muy relevantes para el progreso técnico y creativo de cualquier artista.
Antonia Rodríguez participó en la escena artística sevillana y gaditana desde la década de 1850, en cuyas exposiciones obtuvo diferentes galardones, que fueron destacados por Ossorio y Bernal, quien no clasificó a la artista con el habitual apelativo de “pintora de afición”, sino como “pintora contemporánea” (Ossorio y Bernal, M., Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Imprenta de Moreno y Rojas, Madrid, 1883-1884, p. 587).
Las primeras obras documentadas de Antonia Rodríguez son dos pinturas ejecutadas en 1850, cuando contaba 15 años de edad, Los Desposorios (205 x 258 cm.) y El juicio de Salomón (118 x 173 cm.), realizados para el Asilo de San Andrés y para el Hospital de la Santa Caridad de Lebrija respectivamente, en las que resulta sorprendente el gran formato elegido por la artista; ambas pinturas ponen de manifiesto el carácter seguro y valiente de la pintora adolescente, quien las firma con orgullo para reivindicar su autoría. También en gran formato está ejecutado el San Cristóbal (529 x 273 cm.) que realizó dos años más tarde, en 1852, por encargo de la Parroquia de Santa María de la Oliva de Lebrija. Estas tres obras se adscriben al género que la artista desarrolló con mayor profusión, la pintura religiosa.
Asimismo, desarrolló la artista el género del retrato, sobre todo, en su época más madura, percibiéndose un dibujo más depurado, una mayor delicadeza en el tratamiento del colorido y del modelado y la captación de efectos atmosféricos vaporosos que otorgan un espíritu plenamente romántico a las composiciones. Los personajes retratados son, fundamentalmente, los miembros de su familia, lo cual le permite captarlos a través de una visión introspectiva e intimista. Es destacable el Retrato de Sor Francisca Rodríguez de Alva (1858) (69 x 55 cm.), que obtuvo Medalla de bronce en la Exposición de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jerez de la Frontera, celebrada en 1858.
Sin duda, el retrato más importante y la obra más personal que realizó Antonia Rodríguez es su Autorretrato (1856) (143 x 107 cm.), ejecutado con 21 años, en el que se efigia en actitud de pintar, delante de un caballete de amplio formato, sosteniendo con su mano derecha, el pincel, y con su mano izquierda, la paleta. La pintura sigue los parámetros del retrato romántico sevillano, cuidando especialmente la recreación de una atmósfera evanescente e intimista en torno a la figura,
Además de la pintura religiosa y el retrato, Antonia Rodríguez también desarrolló otros géneros artísticos, como episodios literarios y escenas costumbristas. En estas últimas la artista incorpora elementos de paisaje natural, en los que se advierte la influencia del paisajismo romántico sevillano y, concretamente, de artistas como Manuel Barrón.
Lamentablemente, la trayectoria artística de Antonia Rodríguez se vio truncada prematuramente el 23 de enero de 1868, cuando falleció a consecuencia de una peritonitis puerperal, provocada por el parto de su sexta hija, Luisa Gonzaga.
MAE, Magdalena Illán Martín, mayo 2020.
El juicio de Salomón 1850 Óleo sobre lienzo. 118 x 173 cm. Hospital de la Santa Caridad, Lebrija (Sevilla). Los desposorios 1850 Óleo sobre lienzo. 205 x 250 cm. Asilo de San Andrés, Lebrija (Sevilla). Dolorosa 1856 Óleo sobre lienzo. 176 x 103 cm. Colección particular. Autorretrato 1856 Óleo sobre lienzo. 143 x 107 cm. Colección particular. | Retrato de Sor Francisca Rodríguez Sánchez de Alva 1858 Óleo sobre lienzo. 69 x 55 cm. Colección particular. Lavandera con niño y bandolero Óleo sobre lienzo. 42 x 56 cm. Colección particular. Tres jóvenes a orillas de un lago Óleo sobre lienzo. 77 x 104 cm. Colección particular.
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1858. Exposición Provincial de productos naturales, industriales y artísticos, Jerez de la Frontera, Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jerez de la Frontera. |
CABALLERO RAGEL, Jesús, Exposiciones y artistas en el Jerez del XIX: las exposiciones de la Sociedad Económica Jerezana, Biblioteca on-line del Centro de Estudios Históricos Jerezanos, Jerez de la Frontera, 2007. CORTINES PACHECO, J, “La pintora romántica lebrijana Antonia Rodríguez Sánchez de Alva”, en Boletín de Bellas Artes, Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, Sevilla, 1981, pp. 77-106. GARCÍA ROMERO, María del Castillo, “La práctica artística de la mujer en el siglo XIX: el caso de la pintora Antonia Rodríguez Sánchez de Alva”, en La formación artística: creadores-historiadores-espectadores, Editorial Universidad de Cantabria, Santander, 2018, pp. 500-512. GARCÍA ROMERO, María del Castillo, “La pintora Antonia Rodríguez Sánchez de Alva. Estado de la cuestión y nuevas aportaciones a su catálogo”, en ARANDA, Ana, COMELLAS, Mercedes e ILLÁN, Magdalena (ed.), Mujeres, arte y poder. Mujeres artistas en la transformación de la literatura y las artes, Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla, 2019, pp. 95-104. | GARCÍA ROMERO, María del Castillo, “Antonia Rodríguez Sánchez de Alva y el arte de la pintura”, en LOMBA, Concha y MORTE, Carmen (ed.), Las mujeres y el universo de las artes. Una narración todavía incompleta, Prensas de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2020 (en prensa). OSSORIO Y BERNARD, Manuel, Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Imprenta de Moreno y Rojas, Madrid, 1883-1884, p. 587.
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Granada, 1878 – Burgos, 1934
La trayectoria artística de María de la Luz García-Duarte, desarrollada entre 1897 y 1905, fue breve. Con 19 años comenzó a exponer sus pinturas -paisajes y jardines- en certámenes granadinos, logrando galardones y la aprobación de la crítica. Posteriormente, su dedicación a la familia condicionó que abandonara su actividad creativa.
Fotografía de María de la Luz García-Duarte González
María de la Luz García-Duarte nació en Granada, el 27 de febrero de 1878. Sus progenitores, María Josefa González y Eduardo García-Duarte, ambos de origen madrileño, residían en Granada desde que este fue nombrado, en 1854, profesor clínico de la Facultad de Medicina de la ciudad andaluza, llegando a ser un reconocido médico, catedrático de Patología y rector de la Universidad de Granada. Tanto María de la Luz como su hermana Blanca fueron educadas en los valores de la burguesía intelectual granadina, favoreciendo su familia, que pudieran acceder a una formación artística que, en el caso de María de la Luz tuvo cierta continuidad y proyección social.
Escasas son las noticias que se poseen sobre la formación inicial de la artista, que, probablemente, se llevara a cabo en la Enseñanza para la mujer ofertada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Granada. Sí se sabe que en torno al año 1900 asistió al taller del galardonado pintor cordobés Tomás Muñoz Lucena (1860-1943), afincado en Granada en dicho año, donde ejerció la docencia como profesor de dibujo en el Instituto de la ciudad. Con Tomás Muñoz Lucena se formaron, igualmente, otras artistas coetáneas, como la también granadina Aurelia Navarro (1882-1968).
María Luz García-Duarte estuvo activa en la escena artística granadina desde 1897, cuando, con 19 años, comenzó a participar en las exposiciones y eventos artísticos locales. Así, en ese mismo año concurrió a la Exposición de Labores de la Mujer, organizada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Granada, en la que obtuvo el título de Socia de Mérito de la institución granadina. También en 1897 participó en la Exposición de Bellas Artes e Industrias artísticas organizada por el Centro Artístico de Granada, una muestra a la que concurrió en diferentes ediciones y obtuvo distintos galardones: en 1899 logró una Mención honorífica en la sección de Pintura por la obra Eligiendo flores y un año después, en 1900, obtuvo un Diploma de Tercera Clase. Igualmente, María Luz García-Duarte participó en otras iniciativas artísticas locales, como en la rifa benéfica organizada en 1898 por el Liceo Artístico y Literario granadino, a favor de los soldados de la guerra de Cuba, y a la que donó una pandereta pintada.
En dichas exposiciones, la crítica valoró positivamente su obra, aunque bajo el habitual enfoque sexista que, en ocasiones, la consideraba una “distinguida aficionada”, aunque señalaba que sus obras “revelan las buenas disposiciones para el cultivo del arte” (“La Exposición”, en El Defensor de Granada, Granada, 22-6-1900, p. 1).
Tras contraer matrimonio, en 1905, con Francisco Ayala Arroyo (Licenciado en Derecho, aunque no llegó a ejercer la profesión), el nacimiento y la crianza de sus nueve hijos a partir de 1906 -dos de los cuales fallecieron antes de su primer año-, redujeron su dedicación a su producción artística y a su actividad expositiva. No obstante, María de la Luz García-Duarte se afanó por continuar pintando, y ello, a pesar de que sus obligaciones domésticas escasamente se lo permitían, como señalaba su hijo mayor, el escritor Francisco Ayala: “Después de casada, apenas sí pudo seguir pintando. Alguna vez, para encanto mío, sacaba el estuche de pinturas, la paleta, todos los instrumentos, e intentaba algo en mi obsequio; pero debía interrumpir la tarea a cada paso, hasta renunciar con enfado. Al fin terminó por abandonar completamente ese grato ejercicio en el que era bastante diestra, y en el que procuró adiestrarme a mí, que le tenía mucha afición y me quedaba horas viéndola pintar a ella” (Ayala, Francisco, Recuerdos y olvidos, Alianza editorial, Madrid, 1982).
María de la Luz García-Duarte residió en Granada hasta 1922, cuando los problemas económicos de la familia determinaron que abandonaran la ciudad granadina para trasladarse Madrid, residiendo cerca del Retiro. Posteriormente, a finales de 1931, la familia volvió a trasladarse, en esta ocasión, a Burgos, donde su marido ejerció como administrador del Monasterio de las Huelgas Reales. En este Monasterio de las Huelgas Reales falleció Luz García-Duarte en 1935.
La obra de María de la Luz García-Duarte se adscribe a las tendencias estilísticas y temáticas vigentes en la escena artística granadina de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Hay en su pintura una especial predilección por el género del paisaje y por la representación de entornos naturales o jardines recreados en plein air, en los que se advierte la influencia de su maestro, Tomás Muñoz Lucena. Le interesa a la artista la captación, en esos espacios, de los matices lumínicos y de los contrastes de luces y sombras, así como la recreación pormenorizada de los elementos con un sentido del dibujo preciosista y con una gama cromática empastada y brillante. Son rasgos que se aprecian en la pintura Nuestro jardín, que fue presentada en la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Granada de 1899 y que obtuvo una valoración favorable por parte de la crítica de arte, según la cual, la obra “acredita las condiciones de artista que tiene su autora” (“Exposición de Bellas Artes y Artes Decorativas VII”, en El Heraldo de Granada, Granada, 19-6-1899, p. 1).
Actualmente la producción pictórica conocida de María de la Luz García-Duarte es muy escasa, teniéndose referencias de diez de sus obras, cuatro de las cuales se conservan en la Fundación Francisco Ayala, con sede en el Palacete de Alcázar Genil de Granada..
MAE, Magdalena Illán Martín, abril 2020.
Paisaje Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Granada de 1897. Pandereta pintada Rifa organizada por el Liceo Artístico y Literario de Granada en 1898. Recuerdos del Albaicín Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Granada de 1899. Eligiendo flores Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Granada de 1900 | Retrato Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Granada de 1900. Jarrón con flores y libro Óleo sobre tabla. Fundación Francisco Ayala, Granada. Jinete moro Óleo sobre tabla. Fundación Francisco Ayala, Granada.
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1897. Exposición de Labores de la Mujer, Real Sociedad Económica de Amigos del País, Granada. 1897, 1899, 1900. Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, Granada, Centro Artístico. 1899. Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, Granada. |
AYALA, Francisco, Recuerdos y olvidos, Madrid, Alianza Editorial, 1982. AYALA, Francisco, Mi ventana al mundo (Una antología), Málaga, Consejería de Cultura. Centro Andaluz de las Letras, Junta de Andalucía, 2006, pp. 45-50. CAPARRÓS MASEGOSA, Lola, Artes Plásticas en la prensa granadina del siglo XIX, Granada, Universidad de Granada, p. 150. | SANTOS MORENO, María Dolores, “Granadinas olvidadas. María de la Luz García-Duarte González”, en SÁNCHEZ TRIGUEROS, Antonio y VÁZQUEZ MEDEL, Manuel A. (Eds.), Francisco Ayala escritor universal, Sevilla, Alfar, 2001, pp. 205-222. TORRES LÓPEZ, Matilde, La mujer en la docencia y la práctica artística en Andalucía durante el siglo XIX, Tesis doctoral, Universidad de Málaga, 2007, p. 478. |
CARRASCO, El Bachiller, “La Exposición de Labores”, El Popular, Granada, 23-6-1897, p. 2. “La Exposición”, El Defensor de Granada, Granada, 22-6-1900, p. 1. “La Exposición”, El Defensor de Granada, Granada, 3-7-1900, p. 2. “La Exposición de Bellas Artes”, El Heraldo Granadino, Granada, 3-7-1900, p. 2. | “Las fiestas. Sesión de la Económica”, El Defensor de Granada, Granada, 23-6-1897, p. 2. UN PINCEL, “Exposición de Bellas Artes y Artes Decorativas VII”, El Heraldo de Granada, Granada, 19-6-1899, p. 1.
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La pintora Victoria Martín Barhié fue una artista pionera en la escena cultural española de la primera mitad del siglo XIX. Premiada en certámenes y valorada por la crítica, ejerció la docencia artística en instituciones culturales y fue nombrada en 1847 Académica de Mérito en la Academia de Nobles Artes de Cádiz.
Autorretrato, 1840. Museo de Cádiz.
Victoria Martín Barhié nació en la liberal y cosmopolita ciudad de Cádiz, donde desarrolló gran parte de su trayectoria vital y profesional. Fue educada en el seno de una familia de la burguesía acomodada, siendo su padre, Sebastián Martín, comerciante y cónsul de Cerdeña en Cádiz. Su madre, la francesa Claudia Barhié, falleció de forma precoz y poco después murió, también, su padre. Huérfana de ambos progenitores, Victoria Martín fue educada por la segunda esposa de su padre, quien hubo de proporcionarle una formación ilustrada y con intereses artísticos que configuraría su personalidad: “mujer culta e inquieta -fue gran aficionada a la lectura y una buena ejecutante pianista-” (Banda, Antonio de la, “La pintora gaditana Victoria Martín Barhié”, en Anales de la Real Academia Provincial de Bellas Artes, 1, 1983, p. 27).
Victoria Martín contrajo matrimonio con Álvaro Jiménez Basurto, cónsul del Real Tribunal del Consulado y miembro numerario de la Escuela de Nobles Artes de Cádiz, con quien debió de compartir sus inquietudes artísticas hasta la fecha del fallecimiento de este, en 1829. Seis años más tarde, en 1835, volvió a contraer matrimonio con Antonio María de Campo, oficial de la Contaduría de Aduana, quien falleció en 1859. El apellido de su segundo marido fue asumido por la artista, constatándose su participación en exposiciones y eventos culturales como Victoria Martín de Campo o del Campo.
Son escasas las noticias que se conocen sobre la formación artística de Victoria Martín Barhié, que hubo de llevarse a cabo vinculada a la Escuela de Nobles Artes de Cádiz y, más específicamente, al profesor y pintor neoclásico gaditano Manuel Montano (1770-1846).
Desde 1840 y hasta la década de 1860, la artista concurrió a los certámenes organizados por la Escuela gaditana, en los que obtuvo una Medalla de plata en 1858 y el mismo galardón en 1862; en la primera ocasión por una representación de Cupido durmiendo y, en la segunda, por un Niño en una floresta o Niño con jilguero. También participó, en la década de 1840, en las exposiciones organizadas por el Liceo Artístico y Literario de Málaga, en cuya edición de 1845 se menciona a la artista como modelo a seguir para los pintores malagueños del momento (Sauret, Teresa, “La influencia del academicismo gaditano en la interpretación del Romanticismo en la Málaga de la 1ª mitad del siglo XIX”, en Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, 8, 1985, p. 88).
La vinculación de Victoria Martín con la Academia de Bellas Artes de Cádiz culminó con su nombramiento como Académica de Mérito en 1847. Un nombramiento que se llevó a cabo a propuesta del pintor romántico jerezano Joaquín Manuel Fernández Cruzado (1781-1856), y en cuyo acto, el director de la Escuela destacó expresamente “su disposición y talentos pictóricos”. Posteriormente, y en aplicación del Real Decreto de 31 de octubre de 1859, este nombramiento de Académica de Mérito pasó a ser de Académica Supernumeraria. También fue nombrada Victoria Martín Socia de Honor del Liceo Artístico y Literario de Málaga, donde consta por primera vez su nombre en 1843.
Además del desarrollo de su actividad creativa como pintora, Victoria Martín ejerció la docencia en el ámbito institucional, en el que la presencia de las artistas era excepcional. Así, impartió clases de dibujo y de pintura en el Liceo Artístico y Literario de Málaga, ciudad en la que, igualmente, se dedicó a la enseñanza artística en su estudio, entre los años 1844 y 1845.
La producción conocida hasta el momento de Victoria Martín Barhié es muy reducida, teniéndose constancia de una quincena de obras, de las que solo la mitad están localizadas. Su estilo se adscribe a un neoclasicismo purista en el sentido del dibujo y en el uso de una factura minuciosa, que ha sido puesto en relación con la influencia de Ingres. No obstante, también se advierten en sus pinturas influencias románticas, sobre todo, en el tratamiento del color. Ambos aspectos fueron destacados por la crítica de arte coetánea, que valoró con entusiasmo la obra de Victoria Martín, reseñando que “a dibujo correcto y exacto reúne un colorido sumamente hermoso, y un claro-oscuro vigoroso, a la par que dulce y agradable”.
Entre las temáticas que abordó la artista adquirió especial importancia la pintura religiosa, en la que se aprecia la influencia de Murillo, aunque tamizada por su propia personalidad creativa. Al margen de dicha temática, también desarrolló el género del retrato, con el que obtuvo importantes reconocimientos, y, en menor medida, la pintura costumbrista y la pintura mitológica.
Destaca en su producción su Autorretrato (h. 1840), en el que la artista se representa en formato de busto y mirando al espectador. En la pintura, su exquisito sentido del dibujo se pone al servicio de la descripción de las calidades de la elegante indumentaria, joyas y del sofisticado peinado, mientras la delicadeza de la pincelada le permite recrear los volúmenes con un sentido suave en las transiciones de luces a sombras.
Victoria Martín Barhié se convirtió en un referente de especial relevancia para pintoras malagueñas, como Rafaela Roose, viuda de Quirós, o Concepción Cuadra (Sauret, Teresa, “La influencia del academicismo gaditano en la interpretación del Romanticismo en la Málaga de la 1ª mitad del siglo XIX”, en Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, 8, 1985, p. 90). También lo fue para otras pintoras gaditanas y sevillanas de generaciones posteriores.
La artista falleció en Cádiz, el 13 de septiembre de 1869. Su fallecimiento fue recogido en Acta de la Academia de Bellas Artes de Cádiz como un homenaje a su figura y como “prueba del dolor que tan infaustos sucesos han producido a la Academia” (Acta de la sesión pública que celebró la Academia de Bellas Artes de Cádiz el 7 de agosto de 1870, Imprenta de la Revista Médica, Cádiz, 1872, p. 8).
MAE, Magdalena Illán Martín, mayo 2020.
David calmando las iras de Saúl 1845. Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición del Liceo Artístico y Literario de Málaga de 1845.
Sacra Familia. Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición del Liceo Artístico y Literario de Málaga de 1845.
Susana en el baño. Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición del Liceo Artístico y Literario de Málaga de 1845.
Caballero anónimo. Óleo sobre lienzo. http://dbe.rah.es/biografias/51431/victoria-martin-barhie
Retrato de niño. Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición de Bellas Artes de Cádiz de 1854. | Cupido durmiendo. Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición de Bellas Artes de Cádiz de 1858. Niño con un jilguero (Niño en la floresta). Óleo sobre lienzo. Catálogo de la Exposición de Bellas Artes de Cádiz de 1858.
Ecce Homo. Óleo sobre lienzo. Catedral de Cádiz.
San Lorenzo Mártir. Óleo sobre lienzo. Catedral de Cádiz.
Magdalena. Óleo sobre lienzo. Museo Municipal de Cádiz.
San Fernando. Óleo sobre lienzo. Museo Municipal de Cádiz. |
1840. Exposición de Bellas Artes, Cádiz, Escuela de Nobles Artes. 1845. Exposición de Bellas Artes, Málaga, Liceo Artístico y Literario. 1858. Exposición de Bellas Artes, Cádiz, Academia de Bellas Artes. 1862. Exposición de Bellas Artes, Cádiz, Academia de Bellas Artes. |
AA.VV., Retratos del Museo de Cádiz, Cádiz,Caja San Fernando, 2004, pp. 55-57. Acta de la sesión Pública que celebró la Academia de Bellas Artes de Cádiz el 8 de noviembre de 1858, Cádiz, Imprenta, Librería y Litografía de la Revista Médica, 1858, pp. 10, 11. Acta de la sesión pública que celebró la Academia de Bellas Artes de Cádiz el 7 de agosto de 1870, Cádiz, Imprenta de la Revista Médica, 1872, p. 8. BANDA Y VARGAS, Antonio y PÉREZ MULET, Fernando, Siglo y medio de arte gaditano: 1834-1984, catálogo de exposición, Cádiz, Caja de Ahorros de Jerez y Diputación de Cádiz, p. 8. BANDA; VARGAS, Antonio de la, De la Ilustración a nuestros días. Historia del Arte de Andalucía, Sevilla, Gever, 1989, p. 107. BANDA Y VARGAS, Antonio de la, “El arte gaditano. Del Academicismo al Modernismo”, en AA.VV., Cádiz y su provincia, III, Gever, Cádiz, 1984, pp. 271-321. BANDA Y VARGAS, Antonio de la, “La pintora gaditana Victoria Martín Barhié”, en Anales de la Real Academia Provincial de Bellas Artes, 1, 1983, p. 27-36. BANDA Y VARGAS, Antonio de la, “La pintora gaditana Victoria Martín Barhié”, en Revista Goya, 256, 1997, pp. 194-196. BANDA Y VARGAS, Antonio de la, “La pintora gaditana Victoria Martín Barihé en su Bicentenario”. Anales de la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz, 13, 19, pp. 27, 28, 35. GAYA NUÑO, Juan Antonio, Arte del siglo XIX, en Ars Hispaniae. Historia del Arte Hispánico, Madrid, Ed. Plus Ultra, 1996, p. 134. | IBERO CONSTANSÓ, A., “Victoria Martín Barhié”, en AA.VV.,Mujeres en la Historia de España. Enciclopedia biográfica, Barcelona, Planeta, 2000, pp. 306-307. PALOMO DÍAZ, Francisco J., Historia social de los pintores del siglo XIX en Málaga, Málaga, Universidad de Málaga, 1985, pp. 95-102. PASCUA SÁNCHEZ, María José de la, “Victoria Martín Barhié”, voz en Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia, Real Academia de la Historia, 2009- 2013, http://dbe.rah.es/biografias/51431/victoria-martin-barhie (19/4/2020). PEMÁN PEMARTÍN, César, Catálogo del Museo Provincial de Bellas Artes de Cádiz (Pinturas),Madrid, Dirección General de Bellas Artes, 1964, pp. 205-206. QUESADA, Luis, Obras maestras en museos andaluces, catálogo de exposición, Sevilla, Banco Bilbao Vizcaya, 1989, p. 94. Red Digital de Colecciones de Museos de España http://ceres.mcu.es/pages/Main (19/4/2020). SAURET GUERRERO, Teresa, “La influencia del academicismo gaditano en la interpretación del Romanticismo en la Málaga de la 1ª mitad del siglo XIX”, en Estudios de Arte, Geografía e Historia, 8, 1985, pp. 85-94. TORRES LÓPEZ, Matilde, La mujer en la docencia y la práctica artística en Andalucía durante el siglo XIX. Tesis doctoral, Universidad de Málaga, 2007, p. 458. TRIVIÑO CABRERA, Laura, Ellas también pintaban El sujeto femenino artista en el Cádiz del siglo XIX, Sevilla, Alfar, 2011, 86-98.
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“Exposición pública en la Academia de Nobles Artes de Cádiz”, Eco del Comercio, 3-10-1841, p. 2. |
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Apasionada del teatro, Victorina Durán cultivó su carrera principalmente en el mundo de las artes escénicas como escenógrafa y figurinista, aunque también se dedicó a la pintura y la ilustración y sintió interés por otras expresiones artísticas como la fotografía o las producciones audiovisuales. Ocupó la Cátedra de Indumentaria en el Real Conservatorio de Música y Declamación.
Victorina Clara Patrocinio Durán Cebrián nació en Madrid el 12 de noviembre de 1899. Creció en una familia inusual a principios de siglo XX. Su infancia se desarrolló rodeada de mujeres, en el seno de una estirpe de artistas. Su abuela, su tía y su madre pertenecieron al cuerpo de baile del Teatro Real. Su padre, Coronel de Artillería y allegado a la familia real, se enamoró de Genoveva, bailarina de 30 años, a sus 60. Sus padres solo vivieron juntos algunas temporadas y no se casaron hasta que Durán cumplió los 18 años. Era el tercer matrimonio de su padre y el único de su madre. Su genealogía materna le dio la posibilidad de acercarse al mundo del espectáculo desde dentro. Desde niña había probado la emoción de las tablas y la efusión sentimental de las historias de las viejas bailarinas. Sus primeros juguetes fueron los artilugios que se guardaban en los almacenes del teatro. También debutó como actriz en su infancia, la primera vez fue encarnando el lazarillo de Sansón en el último acto de la ópera Sansón y Dalila, mientras su madre era la primera bailarina en la bacanal de ese mismo acto.
A través de su familia paterna conoció el mundo burgués madrileño y su educación estuvo influenciada por la posición adinerada de la misma. También las restricciones formativas vinieron por esta parte de la familia que no permitió que se dedicara al teatro después de tener un expediente brillante en la carrera de Declamación. Por este motivo decidió estudiar en la Real Academia de San Fernando de Madrid en la que ingresó en 1917 coincidiendo con compañeros de la talla de Salvador Dalí, Rosa Chacel y Maruja Mallo. Desde que finalizó los estudios de Bellas Artes y, posteriormente, se especializó en Artes Decorativas, esta artista inquieta desarrolló diferentes facetas del diseño, el dibujo y las artes. Desde 1921 pasaba los veranos en París donde se formó con diversos pintores y se empapó de las corrientes vanguardistas. Desde su estudio, compartido con su compañera Matilde Calvo Rodero, realizó obras con técnicas muy variadas: cuadros al óleo, pintura en seda (denominada batik), cuero repujado e, incluso, la fotografía. En este periodo recibió varios galardones, entre los que destacan las dos medallas recibidas en la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París (1925).
Además, también realizó diseños publicitarios para la prensa que, al no estar firmados, son imposibles de rastrear. Durante la década de los 20, y hasta que obtuvo por oposición la Cátedra de Indumentaria en el Real Conservatorio de Música y Declamación en 1929, realizó diversos dibujos para publicitar productos de toda índole. Con estos encargos desarrolló un trazo más simple que se adecuaba al estilo de las ilustraciones. Tanto es así que, en diversas ocasiones, participó ilustrando libros. La primera colaboración de la que tenemos noticias fue en un volumen de doce piezas de teatro infantil, escritas por el poeta Fernando José de Larra y prologado por los hermanos Quintero, en 1928.
En el año 1927, muere Don José Durán, padre de Victorina. Su vocación teatral ya no encontraba ningún impedimento y fue entonces cuando decidió opositar para la cátedra de Indumentaria del Conservatorio que estaba vacante por el fallecimiento de su titular, Juan Comba. Desde 1929, año en el que se incorporó a su plaza de catedrática, se dedicó plenamente al teatro, tal y como había deseado en su infancia: preparaba a los futuros profesionales y diseñaba escenografías y vestuarios para diferentes compañías. Trabajó con las más destacadas del panorama teatral español, como fueron las de Lola Membrives, Irene López Herida y Margarita Xirgu. Incorporó a estas creaciones toda la formación vanguardista que había adquirido en los ambientes madrileños y estudios parisinos. Además, participó en uno de los proyectos más innovadores, transmitiendo a las futuras generaciones sus nuevos conceptos sobre la plástica escénica: el Teatro Escuela de Arte fundado por Cipriano de Rivas Cherif. También en este periodo diseñó vestuario para varias producciones del género frívolo.
Al estallar la Guerra Civil se paró su frenética vida. Se suspendieron sus clases en el Conservatorio y las compañías con las que ella trabajaba marcharon a Latinoamérica para hacer una gira antes de estallar la contienda. Frente a este panorama político decidieron permanecer en Argentina durante el tiempo que durara el conflicto. La única actividad profesional que tenía Victorina era la realización de reportajes puntuales para el periódico Crónicas. La vida se volvió insoportable en Madrid. Durán declara que: “recibí de Margarita Xirgu un contrato para Buenos Aires, y una carta diciéndome llevase conmigo a María del Carmen y los cuatro chicos” (Durán, Sucedió: 150).
Marcharon de Madrid rumbo a Buenos Aires en junio de 1937 y llegaron el 2 de septiembre de 1937. Victorina Durán empezó a trabajar de nuevo con la compañía Xirgu y con la de Irene López Heredia en todo lo relacionado con la plástica escénica. Su labor como escenógrafa y diseñadora de vestuario no solo fue prolífica con las compañías españolas sino también con las argentinas. Además, estuvo catorce años contratada en el Teatro Colón. Será también en el exilio cuando retome la labor de ilustradora. Además, desde 1946 realizó multitud de exposiciones de pinturas, la mayoría celebradas en Salones Peuser.
En los años 50, la trasladaron del Teatro Colón al Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, donde conoció a la escritora Susana de Aquino (1924-1987). Con ella fundó una agrupación cultural llamada La Cuarta Carabela. Crearon muchos proyectos en conjunto: obras de teatro, fotopoemas, cortometrajes, recitales y conferencias hasta el regreso a España de Durán, en 1963. A mediados de los años 60 trabajó para varias obras del Teatro Español y para artistas como Nati Mistral o Lina Rosales. Durante los últimos años de su vida se dedicó enteramente a la pintura, realizando multitud de exposiciones hasta 1987. Falleció en su ciudad natal un 10 de diciembre de 1993.
MAE, Eva Moreno, diciembre 2019.
LOMBA SERRANO, Concha, Bajo el Eclipse. Pintoras en España, 1880-1939, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, colección Biblioteca de Historia del Arte, 2019. MORENO LAGO, E., “Transitar dos mundos: inventario teatral de Victorina Durán”, Acotaciones: revista de investigación teatral, 40, 2018, pp. 31-60. |
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La misoginia y el menoscabo con que las mujeres artistas han sido tratadas a lo largo de la Edad Contemporánea, hasta bien avanzado el siglo xx, han propiciado un silencio ominoso sobre su obra o, en el mejor de los casos, la atribución de roles secundarios, cuando no marginales. Bajo el eclipse pretende contribuir a paliar semejante laguna historiográfica, construyendo un nuevo relato histórico y estético de una parte sustancial de la historia del arte desarrollada entre 1880 y 1939. Su lectura nos adentra en los mecanismos de un proceso más complejo de lo que se suponía y en el que acaban emergiendo del olvido nombres propios nada desdeñables. A través de sus páginas se desvelan los graves obstáculos que debieron sortear las mujeres para lograr su formación, insertarse en la escena artística y ejercer su profesión haciendo frente a la sesgada hermenéutica que sobre ellas volcó una crítica del arte hegemonizada por la ideología patriarcal. Al mismo tiempo, el libro establece una definición de los lenguajes visuales empleados por estas mujeres y lo que significaron dentro de la construcción dialéctica de una identidad específica, y nos adentra en los temas y argumentos desarrolla-dos en su pintura, así como los procesos de su deriva estilística y estética. Por último, esta exhaustiva revisión permite visibilizar las mutaciones que las mujeres introdujeron en sus creaciones durante el último cuarto del siglo xix y los cambios producidos en los albores del xx, la irrupción de las vanguardias, el fulgor de la llamada Edad de Plata, el impulso progresista de la Segunda República o el drama de la Guerra Civil. También la dolorosa ruptura existencial y estética que la posguerra provocó en la condición artística de las mujeres.